Cumbres borrascosas (Wuthering Heights, 1939) de William Wyler.


“Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, ¡vuélveme loco! ¡Pero por favor!, no me dejes en este abismo en donde no puedo hallarte”. (Heathcliff)

En medio de una tormenta de nieve, un forastero (Miles Mander) llega a la finca de Cumbres borrascosas, en donde vive el amargado y autoritario Heathcliff (Laurence Olivier). El ama de llaves del lugar (Flora Robson), narrará al desconocido la tempestuosa relación que su señor mantuvo en el pasado con la ya fallecida Catherine (Merle Oberon).


A pesar de los más de setenta años transcurridos y del puñado de versiones realizadas con posterioridad, el filme que nos ocupa sigue erigiéndose como la más conseguida de las adaptaciones de la novela de Emily Brontë. Sin embargo, eso no significa que estemos, ni mucho menos, ante una película redonda, ya que se echa en falta mayor profundidad tanto en el tratamiento de la historia como en la perfilación psicológica de los caracteres.

De lo que sí puede presumir la cinta de Wyler, es de una espléndida puesta en escena en la que mucho tuvo que ver la impronta del gran director de fotografía Gregg Toland. Al margen de esa impecable concepción formal, lo que nos queda es un melodrama romántico ciertamente edulcorado, que no siempre está a la altura del carácter febril y sombrío del texto de Brontë. 


Tras el excelente prólogo de connotaciones sobrenaturales (Cumbres borrascosas empieza como si de un relato de fantasmas se tratase), un largo flashback nos ilustra acerca de la agitada historia de amor entre Catherine y Heathcliff; una historia que, desde la infancia, se verá marcada por la diferencia de clases, el rencor, el odio y la venganza.

El filme respeta la esencia y buena parte de los pasajes de su homónimo literario, aunque al intentar condensar estos en poco más de hora y media de metraje, acaba por someter al espectador a una ininterrumpida concatenación de situaciones que necesitarían de un desarrollo más extenso.

Laurence Olivier y Merle Oberon realizan un buen trabajo; no obstante, por gran actor que fuese el británico, este carecía de la fiereza del Heathcliff descrito en las páginas de la novela. 


Adaptación excesivamente académica, en definitiva, pese a constituir el acercamiento más interesante al que quizá sea el relato amoroso más pasional y turbador de la literatura universal.

V Aniversario de la muerte de Ingmar Bergman: fotogramas para el recuerdo.



"Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena". (Ingmar Bergman)


Un verano con Mónica (Sommaren med Monika, 1953)


Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972)


La vergüenza (Skammen, 1968)


El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960)


Noche de circo (Gycklarnas afton, 1953)


Secretos de una matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1973)


De la vida de las marionetas (Aus dem Leben der Marionetten, 1980)


El rostro (Ansiktet, 1958)


Saraband (ídem, 2003)


Sonrisas de una noche de verano (Sommarnattens leende, 1955)


Fresas salvajes (Smultronstället, 1957)


Sonata de otoño (Höstsonaten, 1978)


El silencio (Tystnaden, 1963)


La hora del lobo (Vargtimmen, 1967)


Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982)


Como en un espejo (Säsom i en spegel, 1961)


El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957)


Los comulgantes (Nattvardsgästerna, 1963)


Pasión (En passion, 1969)


Persona (ídem, 1966)

El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, 1951) de Christian Nyby.


Una base científica ubicada en el Polo Norte detecta la caída de un extraño artefacto procedente del espacio. El capitán Patrick Hendry (Kenneth Tobey) y un grupo de soldados se desplazan hasta el lugar ignorando que tendrán hacer frente a un monstruoso ser de otro planeta.


¡Vigilad el cielo! No os descuidéis. ¡Vigilad! ¡Seguid vigilando el cielo! Con esta frase que nos advierte acerca de una posible invasión extraterrestre finaliza El enigma de otro mundo, uno de los títulos esenciales de la época dorada del cine de ciencia-ficción. Se trata de la primera adaptación a la gran pantalla del relato Who Goes There? de John W. Campbell. La segunda la firmaría John Carpenter tres décadas después.

La película fue producida por Howard Hawks y dirigida por Christian Nyby, un novato que a partir de ese momento se especializaría en la realización de series de televisión. Hoy en día sabemos que el autor de Río Bravo no se limitó a desempeñar las labores de producción, sino que también asumió el rol de director con bastante asiduidad, dotando al conjunto de algunos de los rasgos que definen su obra: camaradería, virilidad y el típico sentido del humor hawksiano que aporta el personaje del periodista.


El filme, que mezcla con acierto ciencia-ficción, suspense y terror, nos muestra a un grupo de individuos que deben aunar esfuerzos en un contexto extremo y aislado para defenderse de una especie de vegetal antropomorfo que se alimenta de sangre y cuyo look remite al monstruo de Frankenstein. Dentro de esa colectividad se producirá un conflicto de intereses entre el capitán Patrick, para quien lo más importante es la seguridad de la nación, y el doctor Carrington (Robert Cornthwaite), que antepone el saber a la propia vida de sus compañeros. Esa visión contrapuesta de los estamentos militar y científico respectivamente, responde al pensamiento de la era atómica, según el cual, mientras que los soldados salvaban al mundo en el campo de batalla, los científicos lo ponían en peligro en sus laboratorios.


Una atmósfera inquietante, buenos diálogos, ritmo impecable, tensión y las excelentes interpretaciones de todo el reparto, hacen de la obra que nos ocupa un trabajo imprescindible para los amantes del género. Eso sí, cuando terminen de verla asómense a su ventana o salgan a su jardín a observar el cielo. No vaya a ser que…

Esmeralda la zíngara (The Hunchback of Notre Dame, 1939) de William Dieterle.


En el París de finales del siglo XV, se dan cita un jorobado deforme y campanero de la catedral de Notre Dame (Charles Laughton), una hermosa bailarina gitana (Maureen O´Hara), un malvado archidiácono (Cedric Hardwicke), un poeta bohemio (Edmond O´Brien) y el rey de una banda de mendigos (Thomas Mitchell).


Hubo un tiempo en el que las viejas catedrales se elevaban por encima de las principales ciudades europeas, anunciando con su afilada verticalidad el poder de Dios y de su iglesia; un tiempo en el que se creía que la tierra era plana y desembocaba en un profundo abismo habitado por monstruos; un tiempo en el que la incómoda superstición se combatía con los infalibles dogmas de la fe; un tiempo en el que lo viejo y lo nuevo, convivían a las puertas de una modernidad que suscitaba tanto el temor como la esperanza en un mundo que se sabía cambiante. En ese tiempo se ubica The Hunchback of Notre Dame, la más conseguida adaptación a la gran pantalla de la obra de Victor Hugo Nuestra señora de París.

Esmeralda la zíngara, titulada así en nuestro país para que el público de entonces no la confundiera con el filme mudo El jorobado de Notre Dame, protagonizado por Lon Chaney en 1923, es un notable ejemplo de cómo todos y cada uno de los elementos que componen una producción cinematográfica (guión, decorados, actores, música, fotografía…), pueden confluir de manera casi perfecta dando lugar a una magnífica película. 


William Dieterle, autor alemán de formación expresionista y responsable de la inolvidable Jennie (Portrait of Jennie, 1948), plasma con brillantez la triste historia de Quasimodo, ese campanero amorfo y marginado que desearía estar hecho de piedra, como las gárgolas que lo rodean, para no sufrir de amor.

 La cinta posee una admirable reconstrucción de época y refleja con acierto las convulsiones de un período histórico, el de la Baja Edad Media, en constante cambio como consecuencia del inevitable progreso, representado aquí por la invención de la imprenta.


A resaltar la labor del extraordinario reparto, especialmente la dolida interpretación de Laughton (su maquillaje serviría de inspiración para la versión de Disney) y la soberbia presencia de Sir Cedric Hardwicke.

Filme ideal para evadirse.

Las diez mejores películas del cine del Oeste.



El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) de John Ford. 



Pasión de los fuertes (My Darling Clementine, 1946) de John Ford.



Río Bravo (Rio Bravo, 1959) de Howard Hawks.



Centauros del desierto (The Searchers, 1956) de John Ford.



Juntos hasta la muerte (Colorado Territory, 1949) de Raoul Walsh.



Raíces profundas (Shane, 1953) de George Stevens.



Sin perdón (Unforgiven, 1992) de Clint Eastwood.



Hasta que llegó su hora (C'era una volta il west, 1968) de Sergio Leone.



Río Rojo (Red River, 1948) de Howard Hawks.



Grupo salvaje (The Wild Bunch, 1969) de Sam Peckinpah.



La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956) de Don Siegel.


En Santa Mira, una pequeña localidad del estado de California, se está dando un extraño suceso: sus habitantes están siendo “sustituidos” por impostores idénticos a ellos que parecen surgir de unas vainas procedentes del espacio exterior. Sólo el doctor Miles Bennell (Kevin McCarthy) es consciente de lo que ocurre.


¿Qué pensarían ustedes si una mañana, al despertarse, observan que su marido, su mujer o alguno de sus hijos no es la misma persona con la que habían charlado la noche anterior? Si han visto el filme que nos ocupa, seguro que le vienen a la cabeza las imágenes de unas desagradables vainas burbujeantes que tal vez podrían estar escondidas en su trastero…

En 1956, en plena Guerra Fría, Don Siegel dirigió esta todavía escalofriante y pesadillesca película que constituye una de las cimas del cine clásico de ciencia-ficción. Nunca una invasión extraterrestre fue tan sigilosa, indolora y, al mismo tiempo, terrorífica.  Como en su día señaló el crítico y escritor inglés Kim Newman: “Aquí, en lugar de garras de goma, dinosaurios animados y rayos mortíferos alienígenas, el horror se descubre a través de un tipo cortando el césped, un puesto de verduras abandonado al lado de la carretera, un bar prácticamente vacío, una madre poniendo una planta junto al parque de juegos de su bebé o una multitud que se reúne en la plaza del pueblo a las siete cuarenta y cinco de la mañana del sábado”. Probablemente sea esta aparente cotidianidad descrita, la que provoque mayor inquietud en el espectador.


Debido al contexto sociopolítico en el que fue filmada, el de la “caza de brujas” del senador McCarthy, son muchos los que han hecho una lectura alegórica del relato. Para unos, esa invasión alienígena no sería otra cosa que una metáfora del temor a la expansión del comunismo; para otros, en cambio, lo que hace la cinta es denunciar el clima de histeria colectiva en el que vivía la sociedad norteamericana del momento. Ambas interpretaciones resultan válidas.

El filme comienza con el traslado nocturno a un hospital del doctor Miles, quien mediante un flashback que abarca la práctica totalidad del metraje, narrará lo acontecido a un escéptico grupo de especialistas médicos. ¿Le creerán o acabarán tomándolo por loco? Su voz en off y la progresiva inclusión de elementos inquietantes en la trama (un niño que huye de su madre, una joven que dice no reconocer a su tío, la aparición de un misterioso cuerpo con los rasgos del amigo de Miles…), nos irán introduciendo en una creciente atmósfera asfixiante (extraordinaria fotografía en blanco y negro de Ellsworth J. Fredericks) que encontrará su clímax en la desasosegadora escena de la autopista. ¡Tú serás el siguiente! Clama directamente a la cámara el angustiado protagonista.


La película conoció tres remakes de desigual calidad: el bueno, La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978) de Philip Kaufman, el regular, Secuestradores de cuerpos (Body Snatchers, 1993) de Abel Ferrara, y el malo, Invasión (The Invasion, 2007) de Oliver Hirschbiegel.

El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008) de Christopher Nolan.


La ciudad de Gotham está siendo sumida en el caos a consecuencia de los actos delictivos del Joker (Heath Ledger) y su banda de criminales. Batman (Christian Bale), el teniente Gordon (Gary Oldman) y el fiscal Harvey Dent (Aaron Eckhart) tendrán que unir fuerzas para hacerle frente.


Estimulante cinta de acción que, pese a sus excesivas pretensiones dramáticas y visuales, constituye la mejor y más adulta adaptación del mítico cómic creado por Bob Kane. The Dark Knight ilustra perfectamente las virtudes y defectos del cine de Christopher Nolan, talentoso director que aún debe pulir sus carencias a la hora de narrar una historia. 

El guión, escrito al alimón entre el propio Nolan y su hermano Jonathan, reflexiona con aire taciturno acerca del carácter volátil de los ambiguos conceptos de heroísmo y justicia. Además, de la mano del delirante personaje del Joker, plantea una serie de cuestiones morales con las que trata de desnudar la hipocresía ética de nuestra sociedad.


El filme posee noqueantes secuencias de acción, buen ritmo y tensión narrativa. Sin embargo, la abundancia de personajes y subtramas hacen que la narración se torne farragosa en muchos momentos. Tampoco benefician al conjunto los típicos clichés hollywoodienses inherentes a todo blockbuster con presupuesto superior a los cien millones de dólares (hay que contentar al público adolescente).

Lo mejor de la película es la enorme entidad de su villano, un impresionante y esquizoide Heath Ledger que se “come” todas las escenas en las que participa. Su personaje ha dejado un buen número de frases para el recuerdo:


“¿Parezco un tipo con un plan? Noooo, ¿sabes lo que soy? Soy un perro persiguiendo autos. No sabría qué hacer si atrapara uno”.


“Soy un hombre de gustos simples. Me gustan la dinamita, la pólvora y la gasolina. ¿Sabes qué tienen todas estas cosas en común? Son baratas”.


“Introduce un poco de anarquía, altera el orden establecido y todo se volverá caos. Soy un agente del caos. ¿Te cuento una cosa sobre el caos? Es justo”.


“La locura es como la gravedad, lo único que se necesita es un pequeño empujón”.


“No soy un monstruo, estoy un paso por delante”.


“¿Quieres saber por qué utilizo un cuchillo? Las pistolas son demasiado rápidas, no te dejan saborear todas esas pequeñas emociones. La gente, cuando está a punto de morir, se muestra tal y como es. Así que en cierto modo, yo llegué a conocer a tus amigos mejor que tú”.


También son muy destacables las interpretaciones de Bale y Eckhart como el antihéroe enmascarado y el fiscal honrado que acaba convirtiéndose en monstruo (Dos Caras) respectivamente.

Aun con sus imperfecciones, El caballero oscuro supone un buen ejemplo de cine espectacular y palomitero. Ojalá se hiciesen más películas así.


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